Aún hoy, y después de tantos años de no haber estado el día de La Virgen del Puerto en Santoña, me sigo emocionando viendo el vídeo de su imagen pasear en barco por la bahía. No puedo por menos que recordar aquellas fiestas que nunca me perdía y que eran la despedida del verano. El desfile de las carrozas, en sábado, marcaba el fin de las fiestas y al día siguiente y apurando al máximo mi padre nos llevaba de vuelta a Madrid… ¡empezaba el colegio!
Las fiestas tenían para mi por tanto un sabor agridulce, por un lado los días de diversión pero por otro… la tristeza de tener que dejar mi paraíso de Berria.
Siempre me preguntaba por qué la Virgen del Puerto no se celebraría aprovechando el 15 de Agosto o el 22, como en Escalante, y la Virgen de la Cama, para tener un par de semanas en las que poder ir asimilando que el verano acababa y preparar mi duelo de vuelta. Porque para mí marcharme de Berria era y es un duelo.
Las fiestas comenzaban en Santoña cuando las atracciones de feria, las barracas, se instalaban en el pasaje a partir del 1 de Septiembre, tras la Batalla de flores de Laredo, y con las verbenas por las noches en San Antonio. La música de pasodoble desde el templete era un reclamo para mí. Era capaz de abandonar el 007 para ir a bailar a la plaza.
Pero la Procesión de la Virgen por la bahía era el auténtico comienzo. A las 6 todos listos en el puerto para montar en los barcos cuyos patrones entonces nos permitían subir a bordo. Saltábamos de cualquier forma, había que ser ágil y rápido para no quedarnos sin sitio. A pesar de los barcos abarrotados, nunca pasó nada, la Virgen del Puerto nos protegía a todos. Hoy ya no está permitido.
La bahía era un espectáculo de color y sonido, todos los barcos engalanados para honrar a su Virgen, sus sirenas afinadas para saludarla, las lanchas, las fueraborda y pequeños botes alrededor del barco. Gritos como: ¡Viva La Virgen del Puerto! ¡Viva Santoña! ¡Aún los oigo!
Cuando bajábamos del barco, la fiesta estaba servida. Las peñas desfilaban por las calles llenándolas de alegría: Los Vinikis , Los Ronceros, La Banda de Cartón, la Zarceta… todas las bandas se iban organizando en las calles con sus músicos uniformados dispuestos a pasarlo bien.
Yo era incondicional de los Vinikis, cantando “marmite viva el marmite ya se acabó el carbón… al cocinero le haremos un regalo, al cocinero de nuestra embarcación”… recorríamos las calles.
Mantengo en mi memoria a muchos de aquellos a Vinikis que ya no están. A otros les tengo como amigos. Recuerdo su sede en la travesía del Aro donde continuábamos el baile hasta bien entrada la madrugada.
La noche del 7 de Septiembre era la más larga de fiestas. Cuando Santoña despertaba para celebrar el día de la Virgen, tambien amanecía en Ampuero y su encierro nos esperaba. Agotadas y sin dormir en toda la noche llegábamos en tren desde Gama. En Ampuero, nunca supe el motivo te regaban con vino y te rociaban de harina, pero a esas horas y con el cansancio de la noche anterior, daba lo mismo, ¡todo Santoña estaba por allí!
No recuerdo cómo volvíamos a Berria, si en tren de nuevo hasta Gama o en algún coche. Lo que recuerdo son las ganas de llegar a casa y dormir lo suficiente para estar preparada para salir de nuevo esa misma noche.
El cansancio me vencía y una tumbona o la arena eran el lugar perfecto para descansar. No había tiempo que perder, la fiesta continuaba en Santoña donde se celebraba la tradicional corrida de toros en la plaza con las mejores vistas del mundo.
Y así todos los días de fiestas.
En las barracas montábamos en El tren de la bruja, para que ”La bruja” se pusiera morado dándonos escobazos a una adolescentes guapetonas.
Subíamos a “ la Jaula”, al “Barco”… sin vértigo, sin miedo. Jugaba en la Tómbola “el Riojano” donde nunca me tocó ninguna muñeca pepona, montábamos en los coches de choque y me comía una manzana cubierta de caramelo rojo. Aún hoy me la comería. Me transportaría sin querer a aquellos dulces años.
Adoro el marmite, y no me perdía por nada del mundo la marmitada en el Pasaje. Este año celebran los 35 años de esta iniciativa. Que mérito tienen los santoñeses voluntarios que triscan tantos kilos de patatas, tuestan la cebolla y dan vueltas en las cazuelas con los remos. No hay un marmite más rico que ese: espesito y con el color perfecto. Se me hace la boca agua al recordarlo
Tras el día del marmite las fiestas iban terminando. Solo quedaban las carrozas… y a mi un día para marchar.
Un año me invitaron a subir a una de ellas. La temática era un entierro. Mi papel era el de plañidera. No me hizo falta actuar. Lloraba de verdad. No podía parar. La carroza no ganó el primer premio per fue la más auténtica de todas.
Me dicen los de aquí que las fiestas ya no son igual que las que yo viví, será porque no tenemos 16 años como entonces. Ya no se permite subir a los barcos el día de la procesión, ya no hay carrozas… no sé si habrá manzana de caramelo rojo o no…
Pero me encanta ver ahora a todo el mundo con su pañuelo de fiestas al cuello. Unos con el escudo de Santoña y otro con el de La Virgen del Puerto. Me gusta ver a todos juntos sujetando el pañuelo entre las manos y alzándolo atendiendo al pregón de fiestas. Me encantan los vestidos y las faldas con puntillas y las camisas azules que homenajean al mar. Me encanta el ambiente.
Este año he podido estar el último día y ni la lluvia nos ha parado. Con mi pañuelo al cuello , pero sin mi manzana de caramelo rojo, he podido cantar “Santoña tiene tres cosas que adoro con todo el alma…” en San Antonio mientras veía la traca y el toro de fuego. ¡Otra vez Santoña me ha hecho feliz!
¡Viva Santoña! ¡Viva La Virgen del Puerto¡