Cuando el pasado sábado giraba emocionada por la curva de Argoños y enfilaba la recta de Berria descorriendo el telón para contemplar el recorrido hasta llegar a casa, cada uno de los puntos de referencia que mencioné en el post anterior, me dieron ganas de volver a echar el telón, dar marcha atrás y salir corriendo. Lo que vi no era la Berria idílica con la que sueño, sino la realidad de estos últimos veranos, en los que la masificación y la falta de civismo amenazan con convertir lo bello en desastre… Coches, coches y más coches aparcados en cualquier sitio y de cualquier manera.
Ya sé que en el mes de julio no ha hecho bueno y todo el mundo ansiaba el sol en un fin de semana que para muchos era el último de sus vacaciones, para otros el primero y para algunos el único día libre en la semana para disfrutar de la playa.
Ya sé también que hay quien dice que la culpa de que Berria sea un destino deseado por muchos es de quienes contribuimos a mostrarla con fotografías en las redes sociales… también sé que todo el mundo tiene derecho a disfrutar de la belleza de la playa y que ésta es de todos, pero si hablamos de derechos hablemos de obligaciones y de un valor que brilla por su ausencia (y facilitaría el entendimiento entre todos): el civismo.
Con un poco de civismo y otro tipo de facilidades, se podrían evitar situaciones de disgusto para los que buscan sitio para aparcar y para los que no necesitan buscarlo por vivir en Berria pero se sienten invadidos.
Es evidente que cada vez hay más gente atraída por nuestra playa (convirtiéndose en BERRIADICTOS) y también es evidente que aunque en la arena, a pesar de la masificación, cabemos unos cuantos más, el espacio destinado para aparcamiento es limitado y no parece que se pueda estirar a no ser que las dunas y las campas se convirtieran en aparcamientos, algo impensable y que si ocurriera me haría abandonar para siempre mi condición de BERRIADICTA
También es una realidad que como los españoles somos como somos y no cejamos en la bendita costumbre de llevar el coche a todas partes, y aún peor, de querer aparcarlo en primera línea, nos encontramos con que aparcar en Berria se convierte en un calvario para aquellos que dan vueltas desesperados, poniéndose de malhumor, discutiendo dentro del coche mientras buscan ese ansiado lugar y en un suplicio para otros que ven cómo el propósito de aquellos se cumple a costa, en muchos casos, de arrasar con todo lo que encuentran por medio. Aplastan arbolitos cuidados con mimo, destrozan arbustos, tapan vados, accesos a viviendas, ocupan los arcenes,se suben a las aceras, se meten en el parque o aparcan si hace falta sobre los jardines. Afortunadamente no todo el mundo es así y hay otros que hacen de la educación y del respeto una bandera.
Pero muchos si pudieran aparcarían los coches al lado de las sombrillas, aún más, algunos hasta en la orilla, sin darse cuenta de que aparcando sobre una duna destrozan el patrimonio que compartimos todos.
Desde luego que hay que buscar una solución porque si cada año vienen más coches a Berria y el espacio es el mismo, no habrá más remedio que plantear otras fórmulas para el disfrute de todos o llegaremos a lo que no nos gusta a nadie: las multas por estacionamiento indebido que por otro lado es el estímulo al que reaccionamos todos.
Seguro que a quien le corresponde regular esta situación ya ha pensado en las posibles alternativas, tales como facilitar que las personas suban desde Santoña a Berria en transporte público (cuya frecuencia habría que mejorar en las horas punta), o seguro que han pensado en crear un servicio bus express Santoña-Berria-Santoña durante los meses de verano… O un servicio de bicis de alquiler Santoña-Berria-Santoña…
O también habrán pensado imitar lo que hacen en otras playas: cobrar el aparcamiento con parquímetros. O tal vez colgar el cartel de APARCAMIENTO COMPLETO como hacen en los accesos a las estaciones de esquí. En estos casos la gente se da la vuelta muy malhumorada, pero no tiene más remedio que volver. Todas estas medidas no estarían exentas de críticas y algunas de ellas serían de difícil cumplimiento para personas con movilidad reducida.
Ser BERRIADICTO no significa sólo adorar Berria y compartir sus fotos, sino que implica cuidar la playa y su entorno para que siga siendo «el lugar al que siempre queremos volver» y no acabemos cambiando el nombre de Berria por el de «Birria»
De nosotros depende