En Berria el sol sale por El Buciero y se pone por El Brusco. Sin mirar el reloj eso marca mi horario de playa. Me gusta abrirla y cerrarla cada día.
Tengo un sitio fijo delante de los Apartamentos, cerca de la red de vóley.
Allí instalo mi campamento cada mañana y hago hueco a mi familia. Mis amigas saben donde encontrarme.
Aunque no creo que lleguemos todavía a las multitudes de las playas de Levante en las que para disponer de un buen sitio en primera línea los » playistas» clavan sus sombrillas en la arena a las 7 de la mañana como si fueran las picas de Flandes, yo, en la versión Cantábrica extiendo toallas en la arena y abro la silla marcando mi territorio.
Lo que no me gusta tanto es que por el instinto gregario me rodee de extraños que llegan a la playa desplegando su completo equipamiento formado por sillas, tumbonas, neveras portátiles, loros con música macarra y niños gritones armados de artilugios de playa incluido el molde con forma de caballito de mar dispuestos a conquistar la playa sin reparar en la toalla del de la lado.
Mi hermana Belén se enfada porque más de una vez he levantado nuestro campamento, ya montado, desplazándolo unos metros cuando una familia de desconocidos se ha pegado a nuestro lado a pesar de que existiera espacio suficiente para no estar todos juntitos. Parece como si hubieran recibido instrucciones al entrar en la playa para tumbarnos en fila.
¡Pero si en Berria todavía podemos poner una toalla y no tener vecinos desconocidos! ¡Disfrutemos de la distancia entre toallas el tiempo que dure!
Sigo con mi rutina, despliego mi silla, pongo mi toalla encima, busco la orientación del sol para no perderme ni un rayo, me doy crema y me siento a observar.
Observo cómo van llegando los BERRIADICTOS, muchos de ellos tienen sitio fijo como yo. Son los BERRIADICTOS de toda la vida y los que se van uniendo cada año. Porque cada año Berria genera Berriadcitos.
Año tras año las familias han ido creciendo, hijos, hijas, sus novios y sus novias…Poco después los nietos…. No es que haya más gente delante de los apartamentos, ¡es que las familias crecen! Las nuevas generaciones son la medida precisa del paso del tiempo.
El sol en Berria se ha tomado de toda la vida con cremas protectoras y como mucho con algún sombrero, y si puede ser con estilo… pero de unos años a esta parte es habitual ver a los Berriadictos con la sombrilla a la espalda. Y yo me pregunto, ¿para qué sirve la sombrilla?
Lo siento, no lo puedo evitar, no me gustan las sombrillas.
Veo la satisfacción en la cara de quien clava el palo en la arena como si hubiera firmado una escritura de propiedad de la parcela de arena que ocupará ese día mientras su mirada transmite un rotundo “este sitio es mío.»
La sombrilla…
La sombrilla pinta un escenario multicolor en la playa que permite medir la densidad de población de playistas por centímetro cuadrado y que te anima a salir corriendo de Berria un domingo de sol del mes de agosto.
Ya sé que hay que protegerse del sol, ponerse un emplasto de crema de 60- 90 de protección de esa que no se absorbe nunca y te deja la cara como la de una momia, ya sé que la piel tiene memoria, que lo vamos a pagar si no nos protegemos y que cualquier protección es poca pero, insisto, ¿para qué sirve la sombrilla en Berria?

La sombrilla sirve para marcar el territorio, y su sombra para resguardar mochilas, comida y bebida sobre las toallas, pero no para estar bajo ella. Los habitantes de las sombrillas siempre están a su alrededor pero nunca debajo de ellas. Si se gira la sombrilla buscando la sombra es para que no se derrita el chocolate que está en la mochila.
¿Y los días de viento tan frecuentes en Berria? ¡Sombrillas voladoras! sobre todo cuando se empeñan en utilizarlas como corta vientos clavadas en horizontal en la arena. ¡Qué peligro! el mástil de la sombrilla se convierte en un arpón.
Solo entiendo las sombrillas si hay un bebé debajo de ellas.
Los BERRIADICTOS admitimos con resignación que la playa se haya convertido en un territorio comanche, en el que la basura no se acumula en las papeleras sino fuera de ellas y en el que una ducha o una fuente sirve de fregadero para lavar la vajilla de la barbacoa del domingo, que las maromas que protegen las dunas sean el tendedero de toallas y bañadores o un soporte para tablas de surf, que en la playa haya más tablas de surf que toallas pero esta BERRIADICTA no entiende la utilidad de las sombrillas.
Uno de los puntos del Decálogo de BERRIADICTOS dice: un BERRIADICTO NUNCA PONDRÁ SOMBRILLA… algún BERRIADICTO como Gabriel me pide que modifiquen ese punto y admita las sombrillas en el decálogo pero me cuesta admitirlo. Lo siento Gabriel pero para compensar mi discrepancia te dedico este post.
Estoy abierta al cambio, se admiten comentarios, podeis intentar convencerme.
Cristina La de Berria







